top of page

¿Asesinato de Estado?

  • olaizmau
  • 7 nov
  • 3 Min. de lectura
ree

(Juan Manuel Cambrón/4 de noviembre 2025) Otra vez. Otra ejecución de un alcalde en México. Esta vez fue Carlos Manzo, de Uruapan, Michoacán, ultimado mientras encabezaba el Festival de las Velas, es otra herida abierta en un país donde gobernar se volvió un riesgo de muerte. No es solo una tragedia local. Es el retrato de una nación en la que las autoridades han perdido la batalla y el control en las calles.

Nada de esto es sorpresa. Cuando un crimen deja de escandalizar, es porque ya se volvió rutina. México vive en ese punto donde el horror se integra a la agenda del día. “Otro más”, decimos, “otro funcionario, periodista, activista, madre, joven, o ciudadano, otro más a la estadística” con la resignación de quien ya no espera justicia, solo la nota siguiente.

Carlos Manzo había pedido apoyo federal. Denunció amenazas. Sabía que lo buscaban. Pero en este país la alerta no garantiza protección, ni la visibilidad garantiza seguridad. Lo mataron frente a su pueblo y su familia y los asesinos ni siquiera tuvieron que esconderse. Porque en realidad, ¿de quién se esconden?, en el país donde no pasa nada, no es necesario esconderse.

La respuesta oficial fue la de siempre: “no habrá impunidad”. Frase de molde, usada hasta el desgaste. La escuchamos después de cada crimen, como si fuera un rezo de emergencia. Pero la verdad es que la impunidad ya no es excepción, se ha vuelto el sistema mismo. Hemos pasado tristemente de un Estado protector a un Estado espectador.

Cuando un alcalde cae así, la pregunta no es quién jaló el gatillo, sino quién permitió que esto fuera posible. Porque detrás del asesino hay un territorio controlado, una autoridad ausente, un pacto roto. Manzo no fue asesinado solo por la violencia criminal, sino por la incompetencia gubernamental que la deja florecer.

Ser autoridad municipal en México se volvió una ruleta rusa. Desde 2018, más de 50 alcaldes han sido asesinados. En muchos casos, el crimen organizado manda más que el cabildo. Las elecciones se disputan con armas, los presupuestos se reparten con amenazas y la seguridad pública se negocia con miedo.

Y no le parece indignante que el régimen, sus plumas, twiteros y demás, recurran a la esquina confiable del villano favorito, todo es culpa de Calderón. y su “guerra”. Han pasado siete años desde que Morena llegó al poder. Siete años en los que el país se hunde más en la violencia, siete años de abrazos a criminales, siete años en los que los muertos ya no son herencia de nadie más. Son producto directo de una política que confundió la compasión con la inacción y el perdón con la omisión. Hoy la responsabilidad es de ustedes.

Lo de Carlos Manzo es una fotografía del país que nos negamos a ver: un Estado fragmentado, con gobiernos municipales abandonados, con policías doblegadas y con un discurso federal más preocupado por el aplauso, gobernadores firmando desplegados de apoyo a la presidenta, en lugar de atender la emergencia en sus estados, mientras tanto, los ciudadanos debemos aprender a vivir entre retenes y funerales. Se normaliza la barbarie, se privatiza la esperanza, y digo que se privatiza porque pareciera que la palabra y su contenido ahora son de uso exclusivo de un partido político.

Carlos Manzo es víctima, pero también un recordatorio brutal de que, en México, gobernar bien y alzar la voz es un acto de valentía, y sobrevivir es una forma de resistencia.



Comentarios


bottom of page